En más de un par de ocasiones se escucha en las cercanías un breve silbido acompañado de un golpe seco y el estruendo de la explosión causada por el cohete lanzado desde el otro frente, donde están los rusos. Ninguno de los presentes se inmuta ante la vibración de las ventanas y siguen en su tareas como si el enemigo no estuviera a sólo 3 kilómetros de su posición o como si las constantes explosiones de entrada y salida de artillería fuera tan sólo una música de fondo en la cotidianidad de sus vidas.
Fuman en exceso, bromean a carcajadas y alguno sale a hacer una llamada en algún tiempo libre, pero ninguno de ellos despega el ojo a una pantalla en el cuarto que en vivo reproduce un video satelital dentro del territorio enemigo, la razón: Ellos son los encargados de atacar posiciones rusas desde el aire con drones adaptados al combate. Esa pantalla es su campo de batalla y con esas imágenes ellos dan cacería a su objetivo. Un pequeño escudo hecho de fieltro con un cráneo sonriente y dos armas largas flanqueándolo es el símbolo de la brigada Taburetka, una unidad militar conformada por militares de carrera y jóvenes voluntarios ahora convertidos en especialistas en el uso de tecnología militar, así como en la manufactura de misiles artesanales con los que han tenido el éxito suficiente como para ser una amenaza latente para el enemigo. Fabrican de todo. Con termos rusos abandonados han hecho puntas de misiles, las tuercas y tornillos que van encontrando en las calles funcionan para hacerse detonar en las bombas que ellos fabrican con tuberías de plástico e incluso el pequeño avión con el que realizan exploraciones aéreas es constantemente reparado por ellos mismos con materiales caseros. Y funciona a la perfección. Nacidos por la necesidad, este grupo combina las altas tecnologías con la curiosidad y la simpleza de crear mucho con lo menos que se tiene. Su origen, irónicamente se remonta a cuando algunos de sus oficiales formaban parte de la patrulla fronteriza. Los contrabandistas comenzaron a utilizar drones para pasar mercancía por la frontera ucraniana y ellos comenzaron a decomisarlos, pero también a aprender . Hoy, convertidos en una unidad regular del ejército, estos hombres usan las bases del contrabando para vigilar y castigar a los enemigos a la redonda. Kherson es un sitio de vital importancia dentro de la geografía militar y ha sido pieza clave en ésta guerra para ambos bandos. Los rusos la ocuparon más de 6 meses dejando una estela de devastación y un sinnúmero de testimonios de crímenes de guerra que han narrado sus supervivientes. Torturas físicas y psicológicas, ejecuciones a civiles , destrucción de líneas de agua potable son algunas de las acusaciones que se han recogido entre la población que hasta el día de hoy sufre de desabasto de alimentos en algunas zonas y la destrucción de villas, edificios y localidades enteras que han quedado abandonadas y sus pobladores a la deriva. Para esta unidad no existe el descanso. Tienen un sistema de rotación y día y noche se encargan de vigilar la pantalla en casa para detectar objetivos. Por la noche y bajo el fuego constante enemigo se mueven a sus posiciones . En ocasiones vigilan el espacio aéreo, en otras también se dedican a derribar drones enemigos o interceptar fuego de artillería. No es un trabajo fácil, pero su esfuerzo ha valido salvar a sus colegas que se encuentran peleando en tierra y a quienes no les llegan los proyectiles que interceptan. Los drones que manejan también funcionan para mandar alimentos, agua y medicinas a la infantería que pelea codo a codo en las trincheras. Golpear y correr El cielo es un constante ir y venir de proyectiles , aviones no tripulados y drones. Para llegar a los puntos de acción hay que manejar rápido, estar en constante movimiento y evitar estar al descubierto, por lo que es vital realizar las tareas rápidamente antes de que el enemigo pueda ver su ubicación. “ Es una pelea directa entre sus pilotos y nosotros. Para ellos vale mucho matarnos, porque saben que les causamos mucho daño” – Revela un miembro del equipo. Por la mañana partimos a un sitio oculto. Ahí armaron el avión no tripulado y en menos de 3 minutos estaba listo para la acción. Un soldado con sus propias manos lo lanza al cielo y es ahí cuando empieza su despegue a las líneas enemigas, por lo tanto para nosotros es momento de correr. Durante el vuelo nos movemos a otra locación. En una pantalla de celular me muestran todo lo que el dron observa desde una altitud prudente : Trincheras kilométricas, hectáreas enteras repletas de agujeros dejados por los cientos de misiles que han caído en esos campos, vehículos en movimiento y también vehículos destruidos abandonados, árboles talados y lo que parece ser un gran terreno carbonizado es un poco del panorama del otro lado. Posterior a esto, todo el material es analizado por sus oficiales, quienes deciden qué puntos podrían atacarse y cuales no. Después de unos minutos regresamos para recoger el dron y guardarlo. Rápidamente se desarma y de nuevo, a moverse antes de convertirse en un blanco fácil para los rusos. Hoy se tienen más de 25 minutos de video de vigilancia, nadie ha salido herido y el dron no fue interceptado por el enemigo . Ha sido una buena mañana. En otra locación, la lluvia ha complicado la tarea de los muchachos. Hay neblina en el frente enemigo y es difícil saber las posiciones de artillería que confunden el humo de sus misiles con la niebla. Los rusos lo saben y envían misiles de manera más repetitiva obligándonos a permanecer en las sombras y evitando los claros para no ser detectados. El operador ucraniano hace todo lo posible, en su rostro se puede ver la ansiedad de la búsqueda y la frustración de no poder observar al enemigo aunque sabe que lo tiene ahí de frente. El hábil piloto mueve el aparato rápidamente , lo sube, lo baja y analiza la imagen… pero nada. Ni rastro, y para colmo la lluvia se hace más fuerte. Momento de irnos. Aunque hoy las tareas fueron solo de vigilancia, durante la noche me han mostrado algunos videos de sus ataques. El equipo también cuenta con unos pequeños y temibles drones kamikaze con los que causan cuantiosos daños a los rusos. Son ataques pequeños pero mortíferos, éstos aparatos pueden ir a más de 100 kilómetros por hora y su velocidad y ligereza los hace prácticamente indetectables a radares o sistema antiaéreo. Una oscura bodega subterránea es donde guardan sus explosivos en la base. Se enorgullecen de tener objetos rusos que después devuelven en forma de explosivos a sus enemigos. En sus creaciones anotan nombres y mensajes , para ellos esta guerra es sumamente personal. Desde el inicio de la invasión, y para otros desde la anexión a de Crimea, esta guerra les ha quitado a sus familias , a sus amigos y a sus hogares, por eso es que hoy pelean desde la tecnología para atacar al enemigo y proteger a sus colegas del frente. Durante la cena conversamos alegremente sin descuidar por un minuto la pantalla de vigilancia. Entre las risas y el buen rato, un coronel levanta un vaso y se brinda por los ucranianos caídos. Todos guardan silencio y beben respetuosamente. Quizá piensan que mañana, los drones les darán la revancha.
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AuthorHéctor AD Quintanar Archives
Agosto 2023
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